18 de octubre de 2012

ESCÚCHAME


Marta y Ana son dos amigas que hace tiempo que no se ven y han quedado para ponerse al día de sus vidas. Están en una cafetería charlando animadamente. Ana está contando a Marta lo contenta que está porque ha cambiado de trabajo y le encanta su nuevo trabaja. Marta tiene el móvil encima de la mesa y a pesar de que no le suena no deja de darle a una tecla y mirar la pantalla en busca de algún mensaje, wassap… En la última ojeada al móvil  Ana interrumpe su discurso y pregunta a su amiga ¿Marta me estás escuchando? Sorprendida Marta levanta la mirada del móvil y contesta a su amiga que por supuesto que la está escuchando y le repite la última frase que Ana ha dicho.

Raquel y David son una pareja de recién casados. Están discutiendo porque Raquel reprocha a David que debe colaborar más en las tareas de la casa. Tienen la televisión encendida y mientras Raquel habla David no deja de mirar a la pantalla. Raquel le increpa que nunca la escucha cuando habla. David le responde que la está escuchando, pero que puede mirar la televisión y mantener una conversación con ella a la vez.

Es cierto que tanto Marta como David estaban escuchando a sus respectivas interlocutoras,  pero igualmente cierto es que Ana y Raquel no lo estaban sintiendo así.

La escucha activa.

Todos sabemos oír y escuchar, pero muy pocas personas saben escuchar activamente. El acto de escuchar y hacerlo activamente implica un esfuerzo por comprender a la persona, y además transmitirle claramente, a través de distintas conductas verbales y no verbales, que efectivamente la comprendemos y que es nuestro centro de atención en ese momento. Por lo tanto cuando alguien nos habla y no la miramos, o miramos la hora…no estamos escuchando activamente.

 

¿Por qué es importante la escucha activa?

Cuando escuchamos activamente transmitimos a la otra persona que nos interesa lo que tiene que decirnos y que en este momento sus sentimientos, emociones, preocupaciones…son lo que más nos importa captando por completa toda nuestra atención.

Tendemos a confiar problemas o preocupaciones a aquellas personas con las que nos sentimos escuchadas, por lo que la escucha activa va a  permitir tratar los problemas de nuestros seres queridos en profundidad, al facilitar  que nos revelen sentimientos, preocupaciones, emociones…, porque le transmitimos que verdaderamente pueden confiar en nosotros.

Por otro lado la escucha activa implica una actitud abierta por parte del que escucha, durante la cual acoge todo lo que su interlocutor siente y expresa sin someterlo a ningún juicio de valor. Hacemos por tanto que la persona se siente valorada, aceptada y respetada.

Además, la escucha activa tiene un efecto tranquilizante. De manera que nos va a resultar muy útil en aquellas situaciones en las que tengamos que enfrentarnos a quejas o reclamaciones de otras personas, ya sea en el ámbito familiar, laboral,...
En definitiva si aprendemos a escuchar activamente mejoraremos la comunicación con nuestra pareja, familiares, amigos, compañeros, clientes...

¿Cómo podemos llevar a cabo la escucha activa?

Seguramente tod@s nosotr@s podemos enumerar una o dos personas a las que siempre acudimos cuando tenemos algo importante que contar ¿Por qué?¿Por qué cuando algo me preocupa prefiero contárselo a “X” y no a “Y”? Seguramente porque “X” con su actitud hace que me sienta más escuchada, comprendida y menos juzgada.

Para escuchar activamente…

-  Mira a la persona que te habla a los ojos.

-  Realiza de vez en cuando movimientos de asentimiento con la cabeza.

-  Adopta una postura corporal de atención, caracterizada por una ligera inclinación del cuerpo hacia la persona.

-  Imita la expresión facial de la persona que te está hablando.

-  Limita el uso de gestos distractores, como mirar la hora, mirar hacia otro lado, ...

-          Haz uso de vez en cuando de breves expresiones verbales del tipo  “entiendo”, “Ya veo”, “ah-ah”, que no interrumpen su discurso y dan información de que la estamos comprendiendo.
 
-          Durante la escucha es importante resumir sus comentarios con nuestras propias palabras. Podemos decir “Si no te he entendido mal, me quieres decir…”, “Así que…”

-          Haz preguntas o afirmaciones relacionadas con los comentarios de tu interlocutor. Así le das a entender que deseas que siga hablando.

Conductas que debemos evitar  y que entorpecen la escucha activa:

-          Interrumpir a la persona mientras habla.

-          Juzgarle.

-          Dar consejo no pedido.

-          Quitar importancia a sus sentimientos, con expresiones del tipo: “Venga, que eso no es nada”

-          Contar “nuestra anécdota”.

El texto que os expongo a continuación refleja muy bien en qué consiste este tipo de escucha.

ESCÚCHAME

Cuando te pido que me escuches y empiezas a darme consejos,

no haces lo que te pedí.

Cuando te pido que me escuches y

empiezas a decirme el por qué yo no debería sentir de esta forma,

tú estás entrando en mis sentimientos.

Cuando te pido que me escuches y

tú sientes que tienes que hacer algo para solucionar mi problema,

tú me estás fallando, por extraño que parezca.

¡Escúchame!

Lo que yo te pido es sólo que me escuches.

No tienes que hablar ni decirme nada. Sólo escucharme.

Cuando tú haces algo por mí, que yo puedo hacer por mí mismo,

tú estás contribuyendo a mi sensación de miedo y de no estar bien.

Pero cuando tú puedes aceptar el simple hecho de que

yo siento lo que siento, no importa cuán irracional es,

entonces yo puedo parar de querer convencerte y usar mi energía

para explorar lo que hay detrás de mis emociones.

Cuando esto está claro, las respuestas son obvias y no necesito consejo.

Los sentimientos irracionales tienen sentido

cuando entendemos lo que hay detrás de ellos.

Por lo tanto, ¡por favor! Sólo escúchame, y si quieres hablarme,

espera un minuto a tu turno, que yo te voy a escuchar.

 

 

 

 

 

 

3 de octubre de 2012

BÚSCATE UN AMANTE

Muchas personas tienen un amante. Muchas otras quisieran tenerlo. Están las que no tienen amante o lo tenían y lo perdieron. Estas últimas personas son las que habitualmente entrevisto en mi consulta.
 
Me cuentan que están tristes o que tienen distintos síntomas enfermizos como por ejemplo insomnio, falta de voluntad, pesimismo, crisis de llanto o dolores diversos.
 
Agregan que sus vidas transcurren de manera monótona, solitaria y sin expectativas. Que trabajan nada más que para subsistir y que no saben en que ocupar su tiempo libre. Se sienten aburridos y desesperanzados.
 
En consultas anteriores lograron la condolencia de un seguro diagnóstico : “depresión” , y la infaltable receta del antidepresivo de turno. Si he llegado a conocerlos es porque, obviamente, no mejoraron.
 
Entonces les digo que no necesitan un antidepresivo, que necesitan un amante. Es curioso ver la expresión con que reciben el lacónico veredicto. Están los que piensan: ¡como es posible que un profesional se despache alegremente con una sugerencia tan poco científica! También los que escandalizados no vuelven nunca más. Aclaro que a estos últimos los justifico, ya que en los tiempos que corren es natural ser cauto y desconfiado con las personas a quien uno recurre en el comprensible afán de buscar ayuda.
 

Los que deciden quedarse escuchan esta explicación:
 
Amante es: “lo que nos apasiona”. Lo que ocupa nuestros pensamientos antes de quedarnos dormidos y a veces no nos deja dormir. Lo que nos ayuda a esperar el mañana o el tiempo necesario para el reencuentro con lo amado. Lo que nos vuelve distraídos frente al entorno. Lo que nos deja saber en nuestra secreta intimidad, que así, la vida tiene una motivación y un sentido pese a ciertos disgustos - que lo amado - suele provocarnos.
 
En definitiva, ¿ quién es este maravilloso amante que nos acerca a la felicidad y nos aleja del sinsentido ? A veces lo encontramos en nuestra pareja, en otros casos en alguien que no es nuestra pareja. Pero también solemos hallarlo en la investigación científica, o la literatura, la música, la política, el deporte, el trabajo cuando es vocacional, la necesidad de trascender espiritualmente, la solidaridad para con el prójimo, el hábito de viajar, el teatro, la pintura, la amistad, la buena mesa, el estudio, o el obsesivo placer de coleccionar estampillas. En fin, es alguien o algo que nos pone de novio con la vida y nos aparta del triste destino de durar.
 
¿ Y qué es durar ?, durar es tener miedo a vivir.
 
Es dedicarse a espiar como viven los demás, es tomarse la tensión constantemente, deambular por consultorios médicos, ingerir pastillas multicolores,  alejarse de las gratificaciones, observar con decepción cada nueva arruga que nos devuelva el espejo, cuidarnos del frío, del calor, de la humedad, del sol y de la lluvia, postergar la posibilidad de disfrutar hoy esgrimiendo el incierto y frágil razonamiento de que quizá podamos hacerlo mañana.
 
Termino con una sugerencia, más que una sugerencia una súplica al probable lector: por favor no te empeñes en durar, busca tu amante y se tú también un amante y un protagonista... de la vida, piensa que lo trágico no es morir, ( al fin y al cabo la muerte nunca se ha olvidado de nadie ), lo trágico, es no animarse a vivir... mientras tanto.